Desde Fleming, pasando por el Challenger, hasta ChatGPT

Desde hace unos días OpenAI, la empresa de inteligencia artificial liderada por Sam Altman, anunció que pagará entre 200 y 20 mil dólares estadounidenses a quienes encuentre fallos de vulnerabilidad en su plataforma. 

Más allá de la estrategia y enfoque en encontrar problemas técnicos, es la naturalización y el reconocimiento de que en su inteligencia artificial hay errores y la mejor forma de afrontarlos es hablar abiertamente de ellos, e incluso incentivar su detección. 

Esto no es novedoso, pues en el mundo tecnológico desde el siglo pasado se reta a los hackers a encontrar fallos. Sin embargo, esto pone a la luz un tema importante para el pensamiento digital, el desarrollo y la toma de decisiones en las organizaciones: el error es clave para crecer

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Dos historias, dos errores

Primera

El 28 de enero de 1986 se vio en vivo uno de los accidentes aeroespaciales más impactantes de occidente. El transbordador Challenger explotaba con siete personas a bordo y se perdía en una nube de humo en las pantallas de televisión. 

Cultura del error

¿La causa? Una falla en la junta tórica del tanque de combustible. ¿El origen de la falla? Una cultura organizacional, la de la NASA, que castigaba dar malas noticias y hablar abiertamente de los problemas ante la presión política y mediática de la Guerra Fría. 

Segunda

En 1941 se produjo en masa la penicilina que sería fundamental para los tratamientos médicos de personas heridas en la Segunda Guerra Mundial. Trece años antes, Alexander Fleming, bacteriólogo investigador, por error dejó mal almacenadas unas placas con bacterias. Ese descuido generó hongos en los instrumentos. 

Fleming, en vez de desaparecer su descuido, lo analizó y se dio cuenta que las bacterias no crecían donde estaba el hongo. Hizo algunos estudios que continuaron Howar Florey y Ernst Chain de la Universidad de Oxford y desarrollaron la penicilina. Todo a partir de un error

El aprendizaje 

Sin duda aprender de las equivocaciones es clave y más si lo vemos como una consecuencia natural de la innovación, del riesgo y del crecimiento. Incluso algunas empresas, desde hace una década alientan equivocarse y hablar abiertamente de los errores.

Por el contrario, las culturas organizacionales que castigan el error, donde el ambiente laboral reprime la transparencia y la comunicación fluida; tienden a ser bombas de tiempo que acumulan presión y estallan por errores y decisiones lamentables, como el caso del Challenger en 1986. 

Promover el error como una consecuencia de la iniciativa humana (excepto por negligencia y por falta de ética) requiere construir una cultura del error, una cultura del aprendizaje. Para ello, te recomiendo tener en cuenta estos cinco aspectos:

1. Seguridad sicológica: se debe generar un ambiente seguro para quien intente hacer algo nuevo, diferente, más eficiente y disruptivo para obtener mejores resultados o aprendizajes a partir de la experiencia, los logros y, por supuesto, los errores. No se vale el castigo, las represalias, las recriminaciones o el matoneo. Se vale el diálogo abierto y transparente.

2. Equivocarse lo más rápido y barato posible: esta máxima de la agilidad y del pensamiento digital nos impulsa a reconocer el ensayo y el error como una palanca del crecimiento. Esta es una invitación a asumir riesgos, a controlar el costo del error y generar aprendizajes rápidos. 

3. Liderar con el ejemplo: las y los líderes de las organizaciones deben, desde sus acciones y mensajes, fomentar y alentar a sus equipos a ser proactivos, tener iniciativa y a emprender nuevas actividades y proyectos; sin el temor al error. Eso sí, con un profundo compromiso con el aprendizaje. 

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4. Constancia impecable: capitalizar los aprendizajes a partir de los errores requiere constancia y disciplina. En ese sentido, hay que emprender y focalizar los esfuerzos en alcanzar el resultado esperado. No hay un solo camino para llegar a la meta. 

5. Costo y beneficios: el consumo de recursos cuando el resultado es un error es difícil de procesar, sin embargo, hay que tener siempre presente el beneficio por alcanzar. Ese gasto que ahora se va al “pozo”, en el corto, mediano o largo plazo será un aprendizaje que acelerará otra iniciativa que nos llevará a la solución que buscamos. 

El aprendizaje y la aceleración del crecimiento se suman al ambiente estimulante y de colaboracióncomo beneficios reales de una cultura que no castiga el error y decide aprender de él.

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